21 Dic Émora | ¿POR QUÉ TRASTORNOS MENTALES? – Parte I | José Araya, Psicólogo en Émora Torrejón de Ardoz
¿Por qué trastornos mentales? Parte I – Psicólogo José Manuel Araya
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En esta ocasión, nuestro compañero José Manuel Araya, Psicólogo colaborador en Émora Torrejón de Ardoz, ha escrito un artículo muy interesante que podrá hacerte reflexionar sobre el modelo psicopatológico y la concepción de los trastornos mentales.
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Trastornos mentales y otras concepciones a lo largo de la historia
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El ser humano establece relaciones en su ambiente natural que son lo suficientemente complejas como para que ninguna disciplina por sí misma pueda explicarlas. Los eventos humanos se deben estudiar integralmente, conjugando el conocimiento de diversas disciplinas, desde distintas dimensiones: la biológica, la social, la económica… Así, en cualquier campo de actividad humana podríamos encontrar una dimensión psicológica identificable a partir del conocimiento básico que ésta nos brinda sobre la realidad (Campuzano, 2002).
Derivado de las disciplinas, surgen las profesiones, para ayudar a resolver aquellos problemas concretos que se consideran relevantes en un momento histórico, siendo la organización política vigente, la responsable de discernir qué es un problema público, y qué profesiones serán las encargadas de abordarlo. Precisamente, en cuanto a las causas del sufrimiento humano individual las profesiones a las que socialmente se han encargado abordar esta problemática han sido, primero, la medicina psiquiátrica y posteriormente, la Psicología.
El ámbito aplicado de ambas ha estado plagado de concepciones muy heterogéneas sobre su objeto de estudio, con supuestos filosóficos, experimentales y aplicados radicalmente opuestos, que no sólo condicionan la labor de la Psicología o la Psiquiatría, sino que también repercute en la forma en que las personas de a pie, interpretan lo que les ocurre.
Podemos encontrar distintas maneras de conceptualizar la cuestión: enfermedades mentales –salud mental–, trastornos psicológicos, psicopatología, dificultades psicológicas, dilemas morales, trastornos mentales, problemas del comportamiento…
Actualmente la acepción mayormente utilizada en las instituciones formales es la de trastorno mental. Se utilizarían procesos y procedimientos análogos a los que se realizan en la medicina, con criterios y etiquetas nosológicas, se buscarían signos y síntomas, tratándose finalmente como patologías con sus pronósticos, persistencias, etiologías, altas, recaídas…
La propia denominación de trastorno mental, encierra profundas implicaciones conceptuales y aplicadas (tanto para los profesionales como para los usuarios) que comentaremos a continuación.
Nos podemos remontar a la obra de Kepler, Newton y de Descartes para ubicar la formalización y sistematización de la doctrina dualista en la concepción del ser humano (mente-cuerpo) que tanta influencia ha ejercido en el pensamiento y en la ciencia occidentales (Ribes, 1982). Según esta, podemos identificar por un lado, un alma racional, exclusivamente humana, de naturaleza no material, no influida por la materia, y regida por leyes geométricas, y por otro la sustancia corpórea común a todos los seres vivos, y gobernadas por leyes naturales, mecánicas.
De esto, se desprenden varias ideas, que posteriormente vincularemos con la concepción de trastorno mental : 1) el dominio específico de lo psicológico queda como el estudio del alma racional, de la consciencia, por eso la Psicología no podría ser una ciencia al uso, pues se ocupa de una cuestión no material, oculta al estudio sistemático; 2) los comportamientos complejos (como la memoria, la atención o la abstracción analítica) serían producto del alma, secularizada en mente, esta a su vez, epifenómeno del órgano cerebral, siendo el deterioro de estos consecuencia del daño o la alteración del cerebro. El nivel de estudio psicológico queda reducido a la actividad biológica, la del cerebro , en el que están ubicadas las funciones complejas -hipostasiadas- mencionadas anteriormente. Aunque se produce una transición desde la inmaterialidad (alma) a la materialidad (cerebro), se continúa manteniendo los poderes sobrenaturales de la primera. Aún abandonándose el dualismo ontológico, se mantiene el dualismo epistemológico y metodológico; 3) se confunde la participación de sistemas reactivos biológicos en la interacción (como no podría ser de otra manera) con la causación. Así el comportamiento «externo» en su mayor parte sería resultado de la acción de la mente-cerebro, una manifestación de procesos causales internos; se utilizará la metáfora del ordenador, con su procesamiento interno y el output visible, para explicar este fenómeno; 4) la mente, tendría un desarrollo desligado de las circunstancias contextuales, apareciendo el concepto antropológico moderno (Noe, 2010), según el cual, somos pensadores que logramos, individualmente, una representación, y una comprensión refleja del mundo (reflexión, quiere decir, mente que se pliega sobre sí misma, no necesita de nada «fuera»); 5) finalmente habría un mundo interno (el de la mente) sólo cognoscible por el propio sujeto, y un mundo externo, que lo rodea, separados, siendo la Psicología la disciplina que estudia el primero (emociones, pensamientos, recuerdos…)
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Trastornos mentales: ¿Cómo influye este concepto en los profesionales?
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O dicho de otra manera, ¿de qué manera ha condicionado la labor de los profesionales lo anteriormente expuesto?
Si se entiende el comportamiento como mera manifestación de la mente-cerebro, toda «alteración» del mismo no sería más que un suceso fisiológico, por lo que habrían comportamientos problemas a priori, categorizados como «alterados» de manera esencial y atemporal. Esto elimina el nivel de análisis psicológico y social del proceso, precisamente las dos dimensiones más relevantes y deterioradas cuando una persona solicita nuestra ayuda. Sólo podemos catalogar un determinado número de comportamientos como problemático si nos atenemos a su función en su contexto, y dicha función está delimitada por las relaciones interindividuales tanto personales como impersonales. Es decir, es una valoración social dependiente de la propia persona (su grado de malestar, la disconformidad con su comportamiento y condiciones de su entorno…) y sus allegados-grupos de referencia.
Se entremezclan criterios «científicos» con criterios morales (entendiéndose moral, como una construcción surgida de la convención, lo que, a su vez, no implica quitarle ni el más mínimo ápice de realidad -usualmente, concedemos como real, únicamente lo físico o biológico, como si las prácticas sociales, fueran meras sombras y apariencias que aparecen encima de estos factores-). El uso de la ciencia en prácticas ideológicas (y viceversa) ha sido una constante utilizada por los grupos de poder socioeconómicos (sobre todo estatales) a partir del siglo XVIII, con la preponderancia del modo de conocimiento científico por encima de cualquier otro.
Además, el abordaje de estas enfermedades se centraría en aquellos desajustes y dismorfias del supuesto órgano causal, el cerebro. Como con toda afección orgánica, sería atendida por la disciplina que tradicionalmente se ha ocupado del sufrimiento en la organizaciones estatales, la Medicina (anteriormente era abordado por la Religión). De esta manera, el comportamiento humano problemático, encuadrado en la categoría de sucesos y circunstancias psicosociales, pasa a pertenecer a la categoría de eventos y procesos anatomopatológicos y fisiopatológicos, propios de la Medicina. Todos aquellos comportamientos extempóreos, raros o incomprensibles son arrancados del devenir biográfico y circunstancial de la vida, y encerrados en una concepción epistémica con la que tienen poco o nada que ver (Méndez y Cabanillas, 2016). En lugar de estudiar la multideterminación, la interdependencia entre los factores involucrados en la interacción (biológicos, psicológicos y sociales), y la propia historia de vida como elemento disposicional haciéndose presente constantemente, se proporciona un constructo, «trastorno de ansiedad» , como ente causal, y se detiene todo el proceso complejo de investigación. Aunque sencillo, desorienta la labor del profesional, preocupado por encajar lo que escucha en una etiqueta, en lugar de buscar la información verdaderamente relevante, aquellas que ayude a explicar lo que está observando.
La descontextualización del comportamiento impide el entendimiento analítico del mismo, pues no es posible desligar a la persona de una contingencia, de por sí, somos sujetos corpóreamente situados. El cerebro y el sistema nervioso en la medida en que permiten las conciencia perceptiva, no lo hacen para generar sensaciones per se, sino para contribuir a que podemos interactuar de manera eficaz con el entorno.
Como decía el filósofo francés Merleau Ponty, nuestra vida tiene lugar siempre dentro de un escenario. Generalmente fenómenos perceptivos como la vista, son puestos de ejemplo de la maravillosa capacidad del cerebro para procesar información, y completar los datos que no captan las retinas. Esta, sería una facultad interior, cosa de la labor de las retinas y la arquitectura funcional del cerebro.
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Sin embargo, desde posiciones conductivistas, sabemos que nuestra la visión es producto de las constancias perceptivas, de la interacción operatoria con el medio, no de algoritmos computacionales «puestos» en algún lugar del cerebro. Por ejemplo, cuando vemos un tomate en el mostrador de una frutería, no nos hace falta percibir su parte trasera, no requerimos (al igual de nuestros sistemas perceptivos visuales) de toda la información sensorial, ni de que el cerebro complete la representación de la parte trasera de la fruta, para saber que esta -la parte trasera- existe. Así mismo, las percepción que tengamos de ese tomate, depende también de los significados relacionales (funciones de estímulo) que este posea en ese momento: «cuántas monedas tengo en el bolillo ¿lo podré comprar?», o «no he ido al gimnasio en toda la semana, debería de comer ensalada»; la percepción es una respuesta prerrecursiva que no sólo incluye la discriminación morfológica-física (siendo este paso, algo siempre necesario), sino también todas aquellas funciones asociadas, que dependiendo de la ordenación contingencial pueden ser una, dos o múltiples, y que conducen a una respuesta consumatoria: coger el tomate de la estantería o no. En definitiva, la percepción es corpórea y operatoria basada en los constantes contactos funcionales con los objetos del mundo, no algo intrínseco o interior. Para ello, se requieren de sistemas reactivos biológicos en buen estado que posibiliten el contacto con el entorno, más esto, no puede confundirse con causalidad completa.
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Trastornos mentales o comportamiento: ¿Cómo nos influyen los distintos conceptos?
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Para leer por qué es importante hablar de conducta, así como para conocer cómo influyen los modelos psicopatológicos a los usuarios/as que demandan un servicio psicológico, accede a la parte II del artículo aquí.
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En el siguiente Podcast, los Psicólogos Carlos Bernabé y Laura Gil, con el propósito de explicar en detalle en qué consiste el refuerzo negativo, te detallan algunos ejemplos de la vida diaria muy útiles para ayudarte a comprender el concepto:
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– Escrito por José Manuel Araya, Psicólogo colaborador en Émora Torrejón de Ardoz.
– Editado por Alicia Jiménez, Psicóloga del Equipo de Émora.
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Diciembre 2021
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