
17 Abr Émora | COMER POR ANSIEDAD – Relato Susana, Émora Psicólogos en Coslada
El siguiente relato sobre comer y ansiedad está inspirado en hechos reales.
Amanece el día, es hora de levantarse. No tengo fuerzas para ponerme en pie. No es que me ocurra algo en particular, pero a la vez podría decir que me ocurren muchas cosas en general.
Hoy es uno de esos días en los que tengo los ojos pegados, me cuesta mucho abrirlos y no paro de bostezar. Como puedo, miro hacia la ventana… está nublado, muy nublado diría yo. El mero hecho de pensar en que me tengo que activar rápidamente para ir a trabajar ya hace que se me forme un nudo en la garganta, que me den retortijones… me causa mucha ansiedad, lo reconozco.
Ya es momento de dejarme de tonterías, pienso. A la ducha. En pleno invierno, la casa está fría, no me apetece… pero me obligo. Ha llegado el momento de desayunar, cojo cualquier barrita de cereales y mientras como, voy recogiendo la casa: platos sucios, ropa tirada, mantas descolocadas… Anda Susana, siéntate tranquila a desayunar… – aún recuerdo a mi madre diciéndome esas palabras.
Bajo del piso, voy directa y con prisas al metro más cercano de La Rambla de Coslada, me quedan unas cuantas paradas para llegar al trabajo… ¿llegaré a tiempo? Voy a toda prisa por las escaleras mecánicas, en los transbordos echo a correr…
«Estoy cansada de las prisas, del estrés, de los nervios y de la tensión acumulada»
Llego exactamente 23 minutos tarde al trabajo. Mi jefe me está esperando en la entrada y me recuerda que la he cagado, pido perdón y me dirijo a mi puesto de trabajo… Me dedico horas y horas a estar enganchada al ordenador, a diseñar videojuegos que me piden distintos clientes. Aunque de primeras parezca algo divertido, para mí actualmente no lo es.
Reconozco que cuando empecé con esto sentía mucha ilusión, manejar distintos programas de diseño era algo que me emocionaba. Me da mucha rabia que ponga todo el empeño en un diseño para que acto seguido siempre exista alguien que me recrimine lo mal que lo he hecho. Mi jefe me exige más y más, y llega un momento que parece que me va a estallar la cabeza, y siento como mis músculos se ponen cada vez más rígidos…
De vez en cuando miro al reloj, el tiempo no pasa, son muchas horas en frente de una pantalla sentada y sin moverme… Las 2, por fin la hora de comer. No me apetece comer con mis compañeros, sinceramente me recuerdan demasiado a mi trabajo y no quiero, mejor me iré sola.
«Tengo mucho hambre, pero reconozco que es hambre emocional, causado por el estrés que he sentido durante el trabajo»
Hoy quiero darme un capricho, me voy a comer la hamburguesa más grande que haya en la carta… Llego al restaurante, pido la hamburguesa y tardan un par de minutos en servírmela. En el restaurante tienen puesto el telediario y me doy cuenta de que sólo aparecen desgracias que ocurren en el mundo. Me entran ganas de llorar, pero el agobio me hace comer cada vez más deprisa. Reconozco que apenas estoy saboreando la comida, sólo quiero comer para aliviar mi ansiedad, esto que siento es demasiado, no tengo ganas de nada…
He tardado 5 minutos en comerme la hamburguesa, si me preguntan, sinceramente no sé ni qué ingredientes llevaba. Sí puedo decir que he comido también patatas fritas y de postre unas tortitas con nata.
Y vuelta a la carga. Al entrar por la puerta mis compañeros me saludan con un “Susi sosa” por no haber ido a comer con ellos. Menudos críos – pienso. ¿De verdad las personas se aburren tanto para meterse con otros? Menos mal que hoy salgo más pronto de trabajar. La alegría me inunda por un momento: hoy podré hacer más cosas, tendré más tiempo para hacerlas…Pero el trabajo hoy me está desbordando, ojalá tuviese el valor de cambiar esta situación…
Vuelta a casa, venga, mejor voy a probar a volver en tren hasta Coslada Central, simplemente por cambiar de aires… Llego al andén, está repleto de gente, ya no cabe ni un alfiler. Cuando llega el tren, las personas se empujan descaradamente para entrar, tengo que dejarlo marchar porque no entramos todos… ¿16 minutos para el siguiente? No me lo creo…
Cansada de estar con el ordenador a cuestas, decido sentarme en el suelo, estoy agotada del día y sólo quiero que pase el tiempo.
«Empiezo a pensar en algo rico y poco saludable que comeré al llegar a casa»
- Una voz familiar se dirige a mí: “Ey Susi, cuánto tiempo…”
- (Miro perpleja, no puede ser… ¡mi ex!, hacía por lo menos 3 años que no le veía, sigue igual, incluso aún sigue usando la misma colonia, inolvidable para mí… y por fin reacciono): Anda Raúl, cuánto tiempo, ¿qué tal te va?
- Todo bien, ¿te encuentras bien? Te veo mala cara – me dice.
- Claro, claro, estoy bien (si tú supieras…) Sólo estoy un poco cansada.
- Me alegro, te dejo, que he quedado con unos amigos y llego tarde. ¡Nos vemos!
Por lo visto todos vamos con prisas – pienso. Debo decir que me dio bastante bajón verle, realmente le echo de menos… En todo el trayecto a casa no hacía nada más que pensar en cosas negativas de mi vida, era como si una nube se hubiese metido en mi cabeza y no me dejase ver la claridad.
Llegué a casa a las 4, dejé mis cosas y me tumbé a ver la tele. Vaya rollo, mejor me voy a poner a comer algo rico. ¿Snacks salados o bollo? Me apetece dulce. Allá vamos. Menuda palmera más rica, esto es vida…
«De nuevo, volví a caer en la trampa, empecé a comer con ansiedad como si no hubiese un mañana»
En realidad, había comido recientemente, pero sentía un deseo irrefrenable por volver a comer, me daba por comer cualquier cosa por la ansiedad que sentía… De hecho, por la noche volví a comer con ansia gominolas tras haber cenado, y no era por hambre especialmente… Es verdad, luego me siento culpable por haberlo hecho, pero en esos momentos, siento que no tengo el control.
Ahora me doy cuenta, el hambre emocional es así. ¿Te has dado cuenta cómo nos da por comer las cosas más insanas que pueden existir cuando comemos por ansiedad? ¿A ti también te ha pasado? ¿Has buscado ayuda de un profesional de la Psicología que te ayude a gestionar estas situaciones?
Septiembre 2020
Émora Psicólogos en Coslada para Jóvenes, Adultos y Familias
Avenida de la Constitución, 85, Portal 6, 1º-1, 28823 – Coslada, Madrid.
Teléfono: 672 79 94 03
– Escrito por Alicia Jiménez, Psicóloga del Equipo de Émora.
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